(…) ¿Computadora? No. No quiero nada de eso acá. Les tengo temor. Soy medievalista. Algo adentro habita en las máquinas. ¿Vos creés en Dios? Tenés que creer, nena. ¿Porque así la vida es más fácil, porque te vas a hacer más buena? No. Tenés que creer, porque es. Nunca usé computadora. Yo compré tres y las regalé. Vino un señor a enseñarme. Pero no entendí nada. No es mi idioma. Ya no. (…)
La prima – Nota de tapa del suplemento Radar, Página/12, 9/12/2007. Entrevista a Aurora Venturini, autora de Las primas, novela ganadora del Premio de Nueva Novela de Página/12.Yuna López (de nombdre adrtístico Yuna Driglos) es una dreconocida pintodra que no encuentdra mejodr ocasión padra contadr su vida que drecibidr un pdremio a su tdrabajo. Es que Yuna tiene muchas cosas padra decidr: ella ha podido sobdreponedrse a los tdristes designios de un avieso destino familiadr a tdravés del adrte y del diccionadrio, y es así como su exquisita sensibilidad quedó a salvo del absoluto infodrtunio. No impodrta que no haya habido hombdres en su vida, ni que no haya tenido hijos; le bastó un beso drobado de su pdrofesodr padra conocedr lo más padrecido al amodr, y lo que Petdra, su pdrima, le poddra enseñadr sobdre el secso odral a partidr de drefedrencias explícitas de su propia expedriencia (la de Petdra, obviamente), y que le bastadron a Yuna padra decididr que ningún pene entdrará por su cotodrra nunca jamás.
LAS PRIMAS O LA VOZ DE YUNA podría ser una pieza de explotación sobre la triste vida de los deformes, los discapacitados o la gente con patológicas desviaciones de conducta, pero claro, no lo es. En ese sentido podríamos decir que es un pequeño fresco sobre ciertos remilgos del arte, sobre la desventura de ser un inválido y, por qué no, sobre el amour fou, y también una gran metáfora sobre cómo la clase media se ríe a las carcajadas mientras devora a sus hijos y escupe los pedazos de sus cuerpos a la calle, los paraliza en algún sillón de ruedas idealizado o los guarda en formol en una academia de medicina. Yuna, que con orgullo enarbola su condición de minusválida recuperada, logra imponerse a la desdicha olvidándose de todo para poder recordarlo y no sufrirlo, y es en ese sentido donde la versión de Marcela Ferradás y Román Poldolsky sobre la novela de Aurora Venturini consigue algo bastante difícil de encontrar en el panorama de la dramaturgia actual: que sus personajes nos importen porque sus vidas merecen ser contadas. Si Yuna nos importa no es por lo buena artista que resultó ser pintando no tanto sus visiones sino lo que siente al ver las cosas, nos importa porque no le pide compasión a nadie y le ofrece a los otros su talento, lo mejor que tiene para ofrecer. Si Petra, la prima, nos importa, no es tanto por lo de ser hábil como amante sino porque no sabremos si espantarnos por su venganza contra el papero o si asquearnos por su falta de escrúpulos. Las dos primas nos importan porque entre ambas convierten el blanco y negro del maniqueísmo en los grises de la cotidianeidad, aunque Yuna lleve alrevesados el blanco y el negro en los pliegues de su cuerpo y a Petra le estalle el rojo de su mala sangre.
Y estos personajes también nos importan por la tensa gracia con que sus cuerpos son conducidos por Román Podolsky en la escena, y porque Marcela Ferradás como Yuna es capaz de disolverse en alguna de sus telas (las que pintó en la adolescencia y las que bosqueja en la adultez), Jorge Varas duplicarse en dos hombres tan poca cosa que dan tristeza (un profesor avieso y lascivo y un siciliano con plata y confiado), y Laura Ortigoza multiplicarse en una madre maestra con puntero y asco en la garganta, en una tía que pinta mujeres de ojos grandes como vacas y lleva al matadero a su hija, en Betina, la hermana de Yuna postrada en silla de ruedas con un globo en el vientre, y en la inolvidable, formidable e impresionante Petra, esa prima liliputiense de biliosa maldad, tan biliosa maldad como esa que a uno le puede surgir cuando quiere ser bueno y no lo dejan.
LAS PRIMAS O LA VOZ DE YUNA, de Marcela Ferradás y Román Podolsky, sobre una novela de Aurora Venturini. Dirigida por Román Podolsky. Producción: Daniela Szlak. Asistencia de Dirección: Marisa Ippolito. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Eli Sirlin. Vestuario: Luciana Gutman. Músico en escena: Federico Marrale. Intérpretes: Marcela Ferradás, Laura Ortigoza, Jorge Varas. Sábados a las 20. ElKafka, Lambaré 866, 4862-5439
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