19 de marzo de 2018

Las furias

A qué se le puede tener más miedo: a un perro rabioso, a una persona mordida por ese perro, o al pánico de ver que lo que imaginamos sobre el asunto nunca, siquiera, es parecido a nuestra imaginación. Un viejo adagio dice que el miedo no es zonzo, y es cierto. O cómo se domina a los otros si no es aterrándolos, obligándolos a pedir favores al Dios desconocido, haciéndoles morder la polvareda de esa autoridad atravesada como una flecha en el gañote así no sea más que pura alharaca.
A Coleta la mordió el Manchita. La herida en la pantorrilla se le está pudriendo. Se la cauteriza con vino. La lluvia está pudriendo la tierra también, como si la volviera hidrófoba. Uno quizás crea que la rabia, la de los perros, sea puro ardor, los ojos en llamas, y sin embargo ahí, en el litoral, el infierno de la rabia quizás se parezca a la furia que da resbalarse en el barro. Fran la dejó embarazada a Eugenia y es el líder de los misioneros, recién ordenado sacerdote. A Sabrina le da lo mismo el sexo oral que comer dulce de leche con los dedos directo del pote. Y el Mono, a lo mejor por irracional, le convenga más estar colgado de la rama, de la más alta para otear el panorama, pero hay que ver si lo dejan. Hay que llevar la palabra de Dios a esos pueblitos malhadados repletos de niños, pese a que la palabra del Diablo esté a flor de labios, llagándonos la piel, libre como una jauría.
De eso trata LA RABIA, la investigación sobre el espacio de Juan Pablo Galimberti. Pero el espectáculo se propone que el espectador, tan cerca de los tablones pochos del rancho de la Coleta, sea parte de ese olor dulzón, húmedo, helado, epinefrínico, que inunda el ambiente, tan gráficamente similar al horror y que visualmente es mera oscuridad. Galimberti se vale del terror y de su correlato teatral, el grand guignol, para sumergir a quien observa en una experiencia de subversiva visceralidad. Esa inmersión en el asco no es casual ni es gratuita, ya que la pregunta que se formula Galimberti, para la que no tiene más respuesta que exteriorizarla con un grito (y con la extraordinaria labor de Enrique Dumont como esa vieja deshecha por la desidia, tarea que se merece todos los elogios de los que uno disponga), es qué, quién, de qué manera nos domina. Cómo, por qué y para qué es algo tan poco importante de saber como hasta cuándo los nervios soportarán los riesgos de despeñarse indefinidamente en el abismo, único síntoma de alteridad que pareciera tener a mano nuestra idiosincrasia.

LA RABIA - INVESTIGACIÓN DEL ESPACIO, de y dirigida por Juan Pablo Galimberti. Asesoramiento dramatúrgico: Javier Daulte. Producción Ejecutiva: Mariana Morán Benítez. Iluminación: Soledad Ianni. Escenografía: Juan Pablo Galimberti. Música: Nicolás Ferrero. Asistentes de Producción: Carolina Romagnoli, Chany Suárez. Asistente de Dirección: Ariel Vallone. Intérpretes: Enrique Dumont, Valeria Di Toto, Facundo Martín, Franco Moix, Luciana Vitale. Martes, 21 hs. Espacio Callejón, Humahuaca 3759.

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