31 de enero de 2010

Sobre madres, hijas y hiedras al sol

Yo estaba totalmente desconforme con mi vida. Construyeron la pieza, pero mi tía me llamaba desde abajo a cada rato para que bajara, como si mi vida fuera a estar en peligro allá arriba. Ella había emitido una opinión sobre la pieza: que estaba muy alta, que por qué no la cortaban y la ponían en el piso. Como si la pieza fuera una torta. Yo me reía de eso, pero en el fondo las cosas que ella decía iban haciendo temblar mi frágil equilibrio, como si fuera posible que eso que ella pensaba sucediera y entonces la construcción no tenía sentido ni finalidad, y siempre se volvía a fojas cero, nunca cambiaba nada.
Turismo urbano, de Hebe Uhart, publicado en el libro Turistas, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2008.

En el universo literario de Hebe Uhart (Moreno, Buenos Aires, 1936) los personajes de sus cuentos viven una realidad extrañada, quizás de pantano peludo. Realidad extrañada no por la rareza de los sucesos sino por lo agudo de la mirada, mirada que por momentos es netamente subjetiva y por momentos de tan precisa objetividad que hasta desnuda lo invisible, porque los personajes de Hebe Uhart no se detienen a pensar en la belleza o el espanto sino en ese limbo duradero que es la normalidad. Es por eso que de tan cercanos a veces nos repelen porque de tan comunes son únicos, efímeros.
De algo de eso trata QUERIDA MAMÁ O GUIANDO LA HIEDRA: trata acerca de una hija que se apila con sus recuerdos sobre la mesa, una hija que de tantos recuerdos es vieja y no es madre, que no quiere apoyar los pies en el piso ni tampoco despertarse de la siesta. Y trata de una madre muerta que no se fue de la casa, que todavía baldea el patio y lleva las riendas del destino para que su hija no siga perdiendo las cosas ni para que sea una dejada. Y así va pasando la tarde sobre un balcón que ya no es el de una casa y trepando con la hiedra derechita y ausente, queriendo escribir la hija una tercera carta imaginaria a mamá, y sabiendo mamá que tiene que irse antes de que se haga de noche en la vida o en la evocación.
Para plasmar este universo inasible por lo patente e intransferible, Laura Yusem opta por dejar hablar a las palabras de Hebe Uhart, palabras que irán adquiriendo sentido a medida que la escena se desarme, a medida que los pensamientos dejen de ser racimo para transformarse en cotidianeidad. La dramaturgia de este espectáculo se ampara en su puesta en escena, en sus sonidos, en las luces que por momentos son guiños como destellos de la memoria sin tristeza ni felicidad. Y por supuesto que se apoya en sus actrices, y en un final que además de ser bellamente plástico es de una sensibilidad infrecuente, un final que no se lava con el agua y que se queda en la orilla de nuestra emoción.
Julieta Alfonso no resigna la adolescencia de esa hija y por eso logra que su personaje sea irritante, desvalido y de una ternura resignada, como algunas de las heroínas tan poco heroicas de Chejov. Martha Rodríguez, como la madre, trasciende su oficio de actriz de amplia trayectoria porque le da a su mamá una comprensión muy particular. Su personaje no es un espectro: es un recuerdo, vivo; baste verla entrar a escena para comprender que en la rutina hay un espacio poético cuyas imágenes son esenciales e indelebles, imágenes que forman parte del universo común y que no son otra cosa más que la misma existencia. Su trabajo es tan profundo como importante y podría sintetizarse en estos versos de la Tercer Elegía escrita por el poeta Rafael Rubio (Santiago de Chile, 1975):

Que ya no hay piedra en que acostar la piedra
y no hay peñasco que morder, ni hiedra
en que enroscar la hiedra, ni una mano

que te alcance la voz en lo lejano.


QUERIDA MAMÁ O GUIANDO LA HIEDRA, de Laura Yusem sobre cuentos de Hebe Uhart. Dirigida por Laura Yusem. Espacio escénico: Laura Yusem. Luces: Marcos Pastorino. Música: Cecilia Candia. Intérpretes: Julieta Alfonso, Martha Rodríguez. Sábados a las 21. Patio de Actores, Lerma 568.

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