A uno casi lo atropella un auto por mirar distraído una casa de ese pueblo, una casa de dos plantas con sótano, aunque el dueño de casa, que vino a auxiliarlo a uno, sostiene que en esa casa no hay sótano, que no hay detalles en la fachada que lo denoten, que en esa construcción es imposible que lo haya porque está a ras del suelo. Y el dueño de casa le ofrece a uno una cerveza para que uno se tranquilice, para que uno le cuente por qué se distrajo con esa casa, justamente con esa. Y uno, luego de varios ambages, confiesa que su esposa ha desaparecido sin dejar rastros, sin una palabra de amor que indicase una despedida. Y uno, con varias cervezas más, deja en claro que sospecha, que sospecha de esa casa, que sospecha de ciertos fragmentos de papel con charlas impresas desde la computadora, de fotos que muestran el frente de esa casa, de esa casa y de su sótano, ese sótano que parece no existir. Claro que uno no es tan inocente ni tampoco su búsqueda de la verdad es tan clara, y claro que el dueño de casa no tiene nada que ocultar, nada que sea horrible, nada que lo tipifique como a un monstruo.
SÓTANO es el mecanismo de relojería de una bomba y hasta tiene una puerta oculta en la pared. Es quizás una pieza extraña en nuestra cartelera en estos tiempos porque es una pieza de géneros (suspenso, thriller psicológico, gore, todos ellos juntos), y eso la vuelve todavía más interesante porque no supedita el entretenimiento a cierta clase de denuncia. Benet i Jornet administra la palabra también desde el sonido y su duración, valorando más el impacto que produce el reverbero que su mero contenido, recurso utilizado por Xavier Albertí (el mismo director de quien se viera el año pasado en el FIBA Crónica sentimental de España y El dúo de la africana) en forma solapada, con saña. En la aparente desnudez del espacio (una pared pelada, una silla, un sillón que gira y que vuelve solo lentamente a su sitio, frente a una cortina hermética delante de la ventana) las palabras cobran otra dimensión, y las voces de Alejandro Paker y de un inquietante Boy Olmi tallan en el espectador una constante, genuina y por qué no saludable sensación de espanto.
SÓTANO, de Josep María Benet i Jornet, traducida por Javier Olivares. Dirigida por Xavier Albertí. Producción General: Salvador Collado y Rubén Barreira. Escenografía: Magdalena Berreta Míguez. Iluminación: Matías Canony. Intérpretes: Boy Olmi, Alejandro Paker. Viernes y sábados a las 21, domingos a las 20. Teatro Margarita Xirgu, Chacabuco 875. 4300-8817.
SÓTANO es el mecanismo de relojería de una bomba y hasta tiene una puerta oculta en la pared. Es quizás una pieza extraña en nuestra cartelera en estos tiempos porque es una pieza de géneros (suspenso, thriller psicológico, gore, todos ellos juntos), y eso la vuelve todavía más interesante porque no supedita el entretenimiento a cierta clase de denuncia. Benet i Jornet administra la palabra también desde el sonido y su duración, valorando más el impacto que produce el reverbero que su mero contenido, recurso utilizado por Xavier Albertí (el mismo director de quien se viera el año pasado en el FIBA Crónica sentimental de España y El dúo de la africana) en forma solapada, con saña. En la aparente desnudez del espacio (una pared pelada, una silla, un sillón que gira y que vuelve solo lentamente a su sitio, frente a una cortina hermética delante de la ventana) las palabras cobran otra dimensión, y las voces de Alejandro Paker y de un inquietante Boy Olmi tallan en el espectador una constante, genuina y por qué no saludable sensación de espanto.
SÓTANO, de Josep María Benet i Jornet, traducida por Javier Olivares. Dirigida por Xavier Albertí. Producción General: Salvador Collado y Rubén Barreira. Escenografía: Magdalena Berreta Míguez. Iluminación: Matías Canony. Intérpretes: Boy Olmi, Alejandro Paker. Viernes y sábados a las 21, domingos a las 20. Teatro Margarita Xirgu, Chacabuco 875. 4300-8817.
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