Miércoles 18
Un cuento paranoico (más aún que la opera prima de Gabriel Medina) de narración fluida, cuya sensación de extrañamiento permanece en el recuerdo como una pesadilla o como una alucinación. De trama sencilla, efectiva y hasta original (que para salvarse de la picadura mortal de una araña alguien tiene que dejarse picar por otra, por lo que hay que salir a buscarla), tiene un subtexto larvado sobre las relaciones familiares, la sociedad de consumo y los desórdenes de un colectivo que no sabe de qué, para qué o por qué está ansioso y no puede dejar de estarlo. Pero como no se define por ser una comedia negra o un film de horror con todas las de la ley, ese bascular indefinido teje una tela en la que las arañas ni son tan macabras ni tampoco parte de una epifanía (término sin duda paranoico también, y muy de moda a la hora de definir cierto cine independiente desde hace suficiente tiempo).
La araña vampiro (Argentina, 2012). Dirigida por Gabriel Medina. Escrita por Gabriel Medina y Nicolás Gueilburt. Producción: Sebastián Perillo, Sebastián Aloi, Omar Jadur. Fotografía: Lucio Bonelli. Montaje: Nicolás Goldbart, Flor Efron. Intérpretes: Martín Piroyansky, Jorge Sesán, Alejandro Awada, Ailín Salas. 94m. Selección Oficial Internacional.
En México, entre 1926 y 1929, se produjo una violenta persecución religiosa que desembocó en la llamada Guerra Cristera. El presidente de entonces, Plutarco Elías Calles, limitó y hasta prohibió el culto católico en el territorio mexicano de acuerdo a ciertos artículos (o a cierta lectura de esos artículos) de la Constitución mexicana de 1917 en lo atinente a garantías individuales de los ciudadanos. Esto llevó a formar ejércitos de seguidores de Cristo, verdaderos cruzados modernos, con la misión de restablecer el orden dogmático y la libertad de culto entre la población, y de paso quejarse de la revolución que en 1910 derrocó a Porfirio Díaz (hecho que el cine retrató con Marlon Brando en Viva Zapata!, por ejemplo). Matías Meyer, el director de Wadley, una de las películas más aburridas que haya visto jamás (y en el BAFICI) pero de cuyas imágenes no me olvidé del todo, concretó en LOS ÚLTIMOS CRISTEROS una serie de viñetas con palpable influencia de la pintura religiosa en cualquier época pero con una estética cinematográfica que remite directa e inevitablemente al western clásico, lo cual transforma esta otra película aburrid(ísim)a en un objeto sólido, sugerente y hasta subversivo. Nota al pie: Jean Meyer, el papá de Matías, es el historiador que entrevista a un cristero en el audio que da inicio a la película. E Israel Cárdenas, coguionista, es además el realizador de Cochochi y Jean Gentil, esas dos muy buenas películas que se vieron en ediciones anteriores del BAFICI.
Los últimos cristeros (México, 2011). Dirigida por Matías Meyer. Escrita por Matías Meyer e Israel Cárdenas. Producción: Paola Herrera, Enrique Rivero. Fotografía: Gerardo Barroso. Montaje: León Felipe González. Intérpretes: Alejandro Limón, Jesús Moisés Rodríguez, Antonio García, Salvador Ferreiro, Abel Lozano. 90m. Cine del Futuro.
No hay mucho para decir sobre esta película porque es la más impactante que se haya visto en esta edición del festival (cinematográficamente hablando, por la utilización de toda la prosodia y toda la ortografía del cine sin ahorrarse acentos). Sin embargo queda la sensación de haber visto algo incompleto: a lo mejor porque fue concebida como una miniserie de cuatro horas y aquí hemos visto una versión de dos horas y media, o tal vez porque la historia de la matanza de la tribu Seediq del actual territorio de Taiwán por parte de los colonizadores japoneses sea mucho más compleja desde el aspecto político (algo tan complejo como cualquier colonialismo, claro). Pero de acuerdo a lo contado por Wei Te-Sheng en el encuentro con el público, la concepción de WARRIORS OF THE RAINBOW: SEEDIQ BALE comenzó en 1997 y eso se nota: es evidente que tanto acopio visual salió de la cabeza de un artista desmesurado, con todo lo bueno y lo malo que ello implica, y que un productor consecuente como Jimmy Huang no escatimó esfuerzos para que esta historia llegara a la pantalla. Un ejemplo de producto cinemático, completamente dependiente.
Warriors of the rainbow: Seediq Bale (Guerreros del arco iris: Seediq Bale, Taiwán, 2011). Escrita y Dirigida por Wei Te-Sheng. Producción: John Woo, Terence Chang, Jimmy Huang. Fotografía: Chin Ting-Chang. Montaje: Cheung Ka-Fai, Chen Po-Wen, Milk Su. Intérpretes: Lin Ching-Tai, Umin Boya, Ando Masanobu, Kawahara Sabu, Vivian Hsu. 150m. Foco Wei Te-Sheng.
Jueves 19
A las dos de la tarde los dos chicos se encontrarán en alguna esquina para ir al río a pescar. Van igual aunque llueva. Terminaron las clases, no hay nada que hacer salvo pasar el verano (como ese otro chico que canta canciones de Bob Dylan como un juglar escondido, o jugando solo a darle a la pelota con la mano en la terraza). ¿Y si concretamente llueve? Los dos pueden refugiarse en la tapera aunque estén un poco peleados todavía. Y en la tapera el otro preguntará cuánto hace que salimos. Una pregunta que queda flotando y que provoca una ruptura muy fuerte en el tono calmo y reposado del relato, porque a lo mejor no interroga sobre conclusiones obvias. Hace unos años Kelly Reichardt presentó Old joy en este mismo festival, una película sobre volver a ser lo que fuimos. Fernando Gatti tal vez se haya propuesto, salvando las distancias, con IGUAL SI LLUEVE filmar lo que seremos desde un hoy que no tiene un mañana claro. En apariencia podría verse como una película contemplativa más, superficial e intrascendente, pero si se animan a verla quizás descubran una película sutil, armoniosa y dolorida sobre el principio de la vida de cualquiera.
Igual si llueve (Argentina, 2012). Escrita y Dirigida por Fernando Gatti. Producción: Lucila Castellanos, Jimena Plazas. Fotografía: Román Cárdenas. Montaje: Leandro Aste. Intérpretes: Tomás Carullo Lizzio, Juan Marcos Bracco Arancet. 65m. Selección Oficial Argentina.
La niñez no tiene por qué ser inocente para que los niños sean niños. Lucía y Manuel asisten a la sorda batalla entre sus padres cuyas actitudes infantiles, además de extemporáneas, resultan idiotas. No basta con unas vacaciones forzadas para que los chicos no sufran porque Lucía seguirá eligiendo en su pesadilla caer al precipicio; su lucidez es el punto de vista que elige Dominga Sotomayor para contar la historia de un divorcio donde más que culpables o desamor hay una mirada atenta a los espacios vacíos, propios, ajenos o de varia invención.
De jueves a domingo (Chile/Holanda, 2012). Escrita y Dirigida por Dominga Sotomayor. Producción: Gregorio González, Benjamín Domenech. Fotografía: Bárbara Álvarez. Montaje: Danielle Fillios, Catalina Marín. Intérpretes: Santi Ahumada, Emiliano Freifeld, Francisco Pérez-Bannen, Paola Giannini. 96m. Cine del Futuro.
Corvo, una isla del archipiélago de las Azores, la más metida dentro del océano, tiene una superficie de 17,13 km2, una población de 450 (no, 440) habitantes, tres vuelos semanales que la conectan con las otras islas (sobre todo con la Isla de Flores), un basural a cielo abierto, dos cafés (no, tres), a Nuestra Señora de los Milagros como santa patrona, y a doña Inés de Inez (porque se casó con un señor apellidado Inez) que es la única que aún teje con cinco agujas las boinas con pompón, en lana azul marino y personalizadas para el cliente, en toda la isla. En Corvo (por los cuervos, cuervos marinos, los cormoranes) uno puede conocer en poco tiempo todas las caras y todos los rincones verdes, húmedos, neblinosos, de la tierra entera. Porque es la tierra, no es la luna, aunque esté tan lejos de todo que todo parezca de otro tiempo y de otro mundo. En Corvo el océano embravecido es la barba de los acantilados, y los nubarrones son como la boca abierta de los peces recién sacados del agua y que quieren tomarse el último aire. Hay algo definitivo en Corvo. Alguien dirá que allí los hombres sin mujer se vuelven locos, se arruinan, como Europa, que ya está quemada por ese fuego que borra la memoria. En Corvo no hay historia escrita de su propia historia. A partir de esta película tan valiosa y con tanta poesía (honesta y verdadera), quizás se acabe el olvido.
É na terra não é na lua (Es la tierra, no es la luna, Portugal, 2011). Producción, Fotografía, Cámara y Dirección: Gonçalo Tocha. Guión y Montaje: Gonçalo Tocha, Rui Ribeiro, Catherine Villeret. 185m. Cine del Futuro.
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