El sábado no pude ver IL FAUT MAUVAIS… LLUEVE porque llovió. De haberla visto hubieran sido cinco las piezas nacionales que hubiera tenido para reseñar. Pero fueron cuatro finalmente, CARIÑO YACARÉ, BODY ART, TREN y BLUT! UNA PAREJA DE SANGRE, las tres primeras de Buenos Aires y la última de Rosario. Aquí va el blister con las cuatro pastillas, a un paso de las sobredosis.
Cariño yacaré
Cassandra Lange y su hija Lizzie sobrevivieron a la guerra desatada en Hollywood y alrededores refugiándose en un pantano del sur, sitio donde nadie podrá encontrarlas (si es que alguien las busca) y donde podrán ser felices (si la representación se los permite). Cruza bizarra entre El ocaso de una vida (o Sunset Blvd., tal su título original) con ¿Qué pasó con Baby Jane?, CARIÑO YACARÉ podría haber sido apenas un divertimento pero si no lo es, y si por momentos se yergue mayestático (como diría Corín Tellado) sobre el escenario, se debe a que el trío de creadores que lo lleva adelante saben tanto de humor como de teatro. Juan Parodi dirige este espectáculo poniendo el acento prosódico en la actuación, y consigue separar a Gimena Riestra y a Noralih Gago de la tentación paródica porque construye sus personajes con retazos de imágenes perdurables del Hollywood en technicolor y del Hollywood en castellano que recibimos a partir del doblaje. El tono impreso al relato remite al de esas películas Clase B que se hicieron durante la Guerra Fría (El día que paralizaron la Tierra por ejemplo) lo que favorece la aparición de las canciones como si fueran esos monstruos de hojalata que aparecían en tales películas, recurso placentero por un lado y certeramente metafórico por el otro. Al final uno se queda pensando si la vida representada no es mejor que la vida real, o si la realidad no es a la vez una representación de nuestros deseos. Gimena Riestra y especialmente Noralih Gago debieran ocupar un lugar mucho más alto que el que ocupan actualmente; más que una frase admonitoria es el mejor halago que puedo ofrecerles.
body Art
¿Puede el cuerpo ser el lienzo de una obra de arte o es tan solo el paño de lágrimas del devenir de cada día? ¿Se puede separar al cuerpo de la persona, o la persona también puede ser un objeto artístico? ¿La vida privada es pasible de objetivación estética? ¿El cuerpo tiene otra prestancia a partir del discurso? ¿Puede guardarse la memoria en un diario íntimo? ¿Cuán efímera es la intimidad? ¿Nos llevaremos un souvenir al otro mundo, como si hubiéramos participado de una vernisage a través de los años? ¿Alguien se acordará de nosotros cuando hayamos muerto?
Estructurada a partir de su dispositivo escénico (texto incompleto y desordenado en el piso, pero de impecable diseño gráfico), BODY ART resulta tan violenta como un manifiesto cuando comprendemos que a veces el ARTE es una construcción temporal que oculta la trémula fachada del artista, sea la época que sea en la que el arte es producido. Baste mencionar para darle ilustración a este concepto la escena en la que Elène y su discípula recuerdan la amnesia de la primera, con un fondo de lienzo donde se superponen las palabras y un tránsito de imágenes confusas que las envuelve, o la canción de amor en la que algunas palabras sueltas examinan el páramo del alma de esa pareja rota. Todo un descubrimiento ver BODY ART si se tiene en cuenta que es la primera obra de Sol Rodríguez Seoane y la primera dirección de Miguel Israilevich, y que es la primera vez que uno ve actuar a María Colloca y escucha su impresionante voz.
Tren
En nombre de Dios se fundaron las religiones, se hicieron las Cruzadas, se decretó la Inquisición o se inmolaron ciudadanos deseosos de llegar al Paraíso. Hoy, en los grandes conglomerados urbanos que contienen masas de individuos, el acercarse a Dios quizás sea una necesidad extrema de afirmación del yo o una actividad para darle sentido al fin de semana, lo mismo da. TREN lleva a un grupo de mujeres de un Ministerio evangelizador al Seminario de Invierno en la costa, y allí van la gorda que adelgazó sesenta kilos, la mujer sin hijo propio y la que tendrá el suyo a su pesar, las chicas que se burlan hasta de su propia madre, la insegura y sin camino, y las pastoras con experiencia en los hechos de la Tierra y los sobrenaturales. Una decisión más que acertada del grupo Piel de Lava es no contar una historia sino plantear el espectáculo a partir de situaciones sin principio ni final, situaciones que irán develando de vagón en vagón las diferentes razones de estas mujeres para asistir al seminario. Y el tinte realista de cada una de estas situaciones (y de cada uno de estos personajes) se transforma en otra cosa a partir de lo hilarante de ciertos planteos y de la comicidad asordinada que emplea cada una de las actrices para llevarlas a buen puerto. Pero al final todo en TREN causa extrañeza, desde ese camarote imposible para la Argentina actual (pero que consiguió la pastora Viviana) hasta el paisaje que vemos afuera, un plano general en video que recorta exactamente lo que vemos desde la ventanilla de un tren mientras viajamos. Un plano en video que es tan representativo como la obra que estamos viendo, pero cuyos bordes son tan difusos que a uno solamente le queda viajar apiñadito en hora pico relojeando la vida de los otros.
Blut! Una pareja de sangre
Marta y Ernesto son hermanos y son pareja, como mamá y papá, y tienen la obligación (o la condena) de llevar adelante el restaurante familiar cuando mamá y papá no estén, como ahora. Aunque se olviden las recetas y las inventen, o aunque se queden sin carne para los clientes o para ellos mismos. BLUT! no es una obra para toda la familia porque aquí la institución familiar no funciona en absoluto y es un esperpento, como la historia que ambos van desgranando en un juego que se torna cada vez más perverso, historia caníbal que nos fue tragando y no somos capaces de escribir con trazos nuevos.
A diferencia de otros trabajos con familias disfuncionales BLUT! no indaga en la realidad sino que se escapa por la tangente de la imagen figurada, la que tenemos de las cosas a partir de los medios que la reproducen, la imagen de la familia atildada y negadora que condena a la inercia o a la explosión de violencia. En ese sentido BLUT! es un espectáculo muy fuerte, y también lo es como hecho teatral gracias al trabajo de dirección y de actuación que supera algunas cuestiones endebles del texto. Un huevo duro cambia el rol de dominante a dominado, y si bien la metáfora podría ser llana desde lo textual adquiere una contundencia furiosa cuando la voz y la presencia de Paola Chávez la ponen de relieve y la blanden como una cuchilla.
CARIÑO YACARÉ, de Gimena Riestra. Dirigida por Juan Parodi. Producción: Marcelo Riva. Diseño de Escenografía y Vestuario: Gabriela A. Fernández. Diseño de Iluminación: Ricardo Sica. Arreglos Musicales: Mariano Otero. Intérpretes: Noralih Gago, Gimena Riestra. Teatro Anfitrión.
BODY ART, de Sol Rodríguez Seoane. Dirigida por Miguel Israilevich. Diseño de Escenografía y Vestuario: Cecilia Zuvialde. Dieseño de Iluminación: Andrea Czarny. Coreografía: Gabriela González López. Intérpretes: María Colloca, Sol Rodríguez Seoane, Ramiro Jiménez. El Kafka. Cariño yacaré
Cassandra Lange y su hija Lizzie sobrevivieron a la guerra desatada en Hollywood y alrededores refugiándose en un pantano del sur, sitio donde nadie podrá encontrarlas (si es que alguien las busca) y donde podrán ser felices (si la representación se los permite). Cruza bizarra entre El ocaso de una vida (o Sunset Blvd., tal su título original) con ¿Qué pasó con Baby Jane?, CARIÑO YACARÉ podría haber sido apenas un divertimento pero si no lo es, y si por momentos se yergue mayestático (como diría Corín Tellado) sobre el escenario, se debe a que el trío de creadores que lo lleva adelante saben tanto de humor como de teatro. Juan Parodi dirige este espectáculo poniendo el acento prosódico en la actuación, y consigue separar a Gimena Riestra y a Noralih Gago de la tentación paródica porque construye sus personajes con retazos de imágenes perdurables del Hollywood en technicolor y del Hollywood en castellano que recibimos a partir del doblaje. El tono impreso al relato remite al de esas películas Clase B que se hicieron durante la Guerra Fría (El día que paralizaron la Tierra por ejemplo) lo que favorece la aparición de las canciones como si fueran esos monstruos de hojalata que aparecían en tales películas, recurso placentero por un lado y certeramente metafórico por el otro. Al final uno se queda pensando si la vida representada no es mejor que la vida real, o si la realidad no es a la vez una representación de nuestros deseos. Gimena Riestra y especialmente Noralih Gago debieran ocupar un lugar mucho más alto que el que ocupan actualmente; más que una frase admonitoria es el mejor halago que puedo ofrecerles.
body Art
¿Puede el cuerpo ser el lienzo de una obra de arte o es tan solo el paño de lágrimas del devenir de cada día? ¿Se puede separar al cuerpo de la persona, o la persona también puede ser un objeto artístico? ¿La vida privada es pasible de objetivación estética? ¿El cuerpo tiene otra prestancia a partir del discurso? ¿Puede guardarse la memoria en un diario íntimo? ¿Cuán efímera es la intimidad? ¿Nos llevaremos un souvenir al otro mundo, como si hubiéramos participado de una vernisage a través de los años? ¿Alguien se acordará de nosotros cuando hayamos muerto?
Estructurada a partir de su dispositivo escénico (texto incompleto y desordenado en el piso, pero de impecable diseño gráfico), BODY ART resulta tan violenta como un manifiesto cuando comprendemos que a veces el ARTE es una construcción temporal que oculta la trémula fachada del artista, sea la época que sea en la que el arte es producido. Baste mencionar para darle ilustración a este concepto la escena en la que Elène y su discípula recuerdan la amnesia de la primera, con un fondo de lienzo donde se superponen las palabras y un tránsito de imágenes confusas que las envuelve, o la canción de amor en la que algunas palabras sueltas examinan el páramo del alma de esa pareja rota. Todo un descubrimiento ver BODY ART si se tiene en cuenta que es la primera obra de Sol Rodríguez Seoane y la primera dirección de Miguel Israilevich, y que es la primera vez que uno ve actuar a María Colloca y escucha su impresionante voz.
Tren
En nombre de Dios se fundaron las religiones, se hicieron las Cruzadas, se decretó la Inquisición o se inmolaron ciudadanos deseosos de llegar al Paraíso. Hoy, en los grandes conglomerados urbanos que contienen masas de individuos, el acercarse a Dios quizás sea una necesidad extrema de afirmación del yo o una actividad para darle sentido al fin de semana, lo mismo da. TREN lleva a un grupo de mujeres de un Ministerio evangelizador al Seminario de Invierno en la costa, y allí van la gorda que adelgazó sesenta kilos, la mujer sin hijo propio y la que tendrá el suyo a su pesar, las chicas que se burlan hasta de su propia madre, la insegura y sin camino, y las pastoras con experiencia en los hechos de la Tierra y los sobrenaturales. Una decisión más que acertada del grupo Piel de Lava es no contar una historia sino plantear el espectáculo a partir de situaciones sin principio ni final, situaciones que irán develando de vagón en vagón las diferentes razones de estas mujeres para asistir al seminario. Y el tinte realista de cada una de estas situaciones (y de cada uno de estos personajes) se transforma en otra cosa a partir de lo hilarante de ciertos planteos y de la comicidad asordinada que emplea cada una de las actrices para llevarlas a buen puerto. Pero al final todo en TREN causa extrañeza, desde ese camarote imposible para la Argentina actual (pero que consiguió la pastora Viviana) hasta el paisaje que vemos afuera, un plano general en video que recorta exactamente lo que vemos desde la ventanilla de un tren mientras viajamos. Un plano en video que es tan representativo como la obra que estamos viendo, pero cuyos bordes son tan difusos que a uno solamente le queda viajar apiñadito en hora pico relojeando la vida de los otros.
Blut! Una pareja de sangre
Marta y Ernesto son hermanos y son pareja, como mamá y papá, y tienen la obligación (o la condena) de llevar adelante el restaurante familiar cuando mamá y papá no estén, como ahora. Aunque se olviden las recetas y las inventen, o aunque se queden sin carne para los clientes o para ellos mismos. BLUT! no es una obra para toda la familia porque aquí la institución familiar no funciona en absoluto y es un esperpento, como la historia que ambos van desgranando en un juego que se torna cada vez más perverso, historia caníbal que nos fue tragando y no somos capaces de escribir con trazos nuevos.
A diferencia de otros trabajos con familias disfuncionales BLUT! no indaga en la realidad sino que se escapa por la tangente de la imagen figurada, la que tenemos de las cosas a partir de los medios que la reproducen, la imagen de la familia atildada y negadora que condena a la inercia o a la explosión de violencia. En ese sentido BLUT! es un espectáculo muy fuerte, y también lo es como hecho teatral gracias al trabajo de dirección y de actuación que supera algunas cuestiones endebles del texto. Un huevo duro cambia el rol de dominante a dominado, y si bien la metáfora podría ser llana desde lo textual adquiere una contundencia furiosa cuando la voz y la presencia de Paola Chávez la ponen de relieve y la blanden como una cuchilla.
CARIÑO YACARÉ, de Gimena Riestra. Dirigida por Juan Parodi. Producción: Marcelo Riva. Diseño de Escenografía y Vestuario: Gabriela A. Fernández. Diseño de Iluminación: Ricardo Sica. Arreglos Musicales: Mariano Otero. Intérpretes: Noralih Gago, Gimena Riestra. Teatro Anfitrión.
TREN, de y dirigida por Piel de Lava y Laura Fernández. Producción: Lalo Rotavería y Piel de Lava. Diseño de Espacio e Iluminación: Matías Sendón. Diseño de Vestuario: María Laxague. Realización de Video: Mariano Llinás y Agustín Mendilaharzu. Intérpretes: Piel de Lava (Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes). Teatro Anfitrión.
BLUT! UNA PAREJA DE SANGRE, de Esteban Goicoechea. Dirigida por Miguel Bosco. Asistencia Técnica: Leandro García y Pablo Enrique. Intérpretes: Paola Chávez y Esteban Goicoechea. Teatro Del Borde.
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