21 de octubre de 2009

Últimas imágenes - El dolor

En esta imagen vemos a cuatro mujeres (una de ellas embarazada) y a un muchacho sonriente empuñando su fusil. Esta foto podría haber sido tomada, aunque no haya precisiones al respecto, en el jardín del Hotel Splendid.

El Hotel Splendid ya no alberga pasajeros en sus habitaciones si es que alguna vez los albergó. Su edificio ha sido demolido. Su ubicación exacta se perdió en las oficinas de catastro del sitio donde estaba emplazado, y tampoco hay una ubicación precisa que lo sitúe en alguna parte. Su estructura de barracones más que brindar las comodidades propias de un hotel apenas si daba asilo durante media hora a quienes lo visitaban, a dos yenes la visita. El personal de servicio estaba conformado por mujeres coreanas en su gran mayoría, jóvenes, casi niñas, niñas, reclutadas por la Guardia Nacional japonesa como servidoras a la causa. Según referencias algunas debieron aprender su trabajo en la práctica porque desconocían la función de ciertas zonas de sus cuerpos. Estas mujeres de la foto parecen cansadas. Habrían trabajado mucho esa tarde. Para alguno de los hombres que visitaban el Hotel Splendid el trabajo de estas mujeres les habrá brindado paz; y alguna de esas mujeres quizás haya sentido placer realizando su tarea. No es reprochable si así fue: a veces al ser humano le queda solamente la vida como único bien sobre la tierra.
Fueron los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Entre esas mujeres estaban Keum-Soon (Niña de Oro), Ok Dong Ya (Pequeña Niña de Jade), Shun Hi (Virtud Feliz) y Kwinyo (Preciosa), de 17, 18, 11 y 16 años respectivamente. Pequeña Niña de Jade le implora a un soldado: Mi marido ha muerto y nuestro hijo crece en mí. Niña de Oro dice sin lamentarse: Veinte hombres al día, a veces más, me dejan las piernas como troncos. Virtud Feliz piensa: Mi pared es un reloj, sopla el viento de la guerra, y el sol alarga las sombras; espero la oscuridad en el muro: diez hombres, todavía hay luz; veinte hombres, oscuridad, y aún faltan doce más. Y Preciosa señala el paso del tren con más mujeres: Miren, alguien sonríe. Las guerras justifican las maniobras, ¿pero pueden ganarse las guerras a costa de la dignidad del ser humano? ¡Pobre Niña de Oro, que siempre quiso escapar del Hotel Splendid…! Escucho más fuerte los pasos, corro, corro, pero un soldado me atrapa, y con la hoja de su espada barre mi pie a lo largo que vuela a través de la sangre hacia el bambú. Y otra mujer, por su parte, recuerda el día en que fue reclutada: Los soldados tenían mi nombre en una lista. Me metieron en un camión. Mi sobrino salió a mirarlos. Era sólo un bebé. Los soldados lo patearon y murió.
Este último comentario no corresponde al brillante texto dramático de Lavonne Mueller sino que es el testimonio de Kang il-chul, una mujer que a los 82 años relata a Japan Times sus tiempos como comfort woman. HOTEL SPLENDID no trata de otra cosa más que de eso, de cómo vivieron y padecieron la guerra alrededor de doscientas mil mujeres asiáticas reducidas a la esclavitud sexual y ofrecidas como solaz a los soldados japoneses. Esas mujeres de la foto no son las actrices coreanas de la Compañía Cho-In Theatre sino que son mujeres de esa otra guerra, la que en occidente no se conoce tanto, la que constituye otro eslabón del holocausto. HOTEL SPLENDID no se regodea en el dolor. Lavonne Mueller es una humanista que bucea en algunos hechos históricos imperdonables (el asesinato de García Lorca y la guerra civil española; la suelta de la bomba atómica; la instalación de minas terrestres en África; la gestación del movimiento de las Madres de Plaza de Mayo) sin denunciarlos, exponiéndolos desde quienes lo sufrieron para que los demás los conozcamos y saquemos conclusiones. En el texto de HOTEL SPLENDID utiliza como cita inicial una frase de Albert Camus que resume sus intenciones y redondea lo que decimos: El escritor no puede servir a aquellos que hacen la historia; el escritor tiene que servir a aquellos que viven en ella. Y como espectáculo solo puede decirse que HOTEL SPLENDID ha sido una experiencia sublime en esta edición del festival. Chungyea Park logra con su puesta austera y su marcación actoral exacta borrar la frontera del realismo y darle al dolor desgarrado un hálito de sutil poesía. Si esta es la última crónica sobre los espectáculos que he visto en el FIBA se debe a que es la que resume el debate que artísticamente se planteó en estos intensos 13 días: el debate sobre quién fue el hombre y quién es hoy, sobre qué es ser humano, sobre los seres humanos, sobre nosotros mismos.

HOTEL SPLENDID, de Lavonne Mueller, con adaptación de Cho-In Theatre. Dirigida por Chungyea Park. Diseño Escénico e Iluminación: Colin Dieck. Diseño de Vestuario: Hye-joung Jo. Música: Sun-hyoung Jo. Intérpretes: Gi-jun Kim, Sang-hee Lee, Yi-soon Joung, Kwonnim Ahn, Jiwon Sohn. Sala Martín Coronado, Teatro General San Martín.


Y acá va la segunda parte del ranking de las últimas imágenes del FIBA.

Danton afeitándose las piernas, Desmoulins y Robespierre manteniendo un ménage à trois con Lucile Desmoulins, y la República bebiendo la sangre de sus hijos en SPRAWA DANTONA;
El otro Roberto asustándose por descubrir la otra dimensión del espejo en ČERNÁ DÍRA;
Niña de Oro escapando del Hotel Splendid mientras la plataforma giratoria de la sala Martín Coronado la persigue cargando al soldado y las otras mujeres como si nadie pudiera escaparle al destino en HOTEL SPLENDID;
Y finalmente, cómo Salvatore persigue a Gaetano sin levantarse de la silla entre risotadas que buscan el amor desesperadamente, y cómo Salvatore ovilla su ventura con la boca llena de la palabra papá en MISHELLE DI SANT’OLIVA.
El sábado, el balance.

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